jueves, 12 de febrero de 2015

Economía neoclásica...y Tal (Mijaíl)




Buceando en la interesante serie de opiniones sobre el historiador británico Niall Ferguson que escribe Jesús Fernández-Villaverde, me encuentro con la siguiente reflexión del autor:
"[...] en general no entiendo nunca los modelos donde la demanda importa en el largo plazo. Aunque en el corto plazo las rigideces de precios y salarios pueden dar un papel a la demanda agregada como determinante del nivel de equilibrio de output que no se daría en el caso de precios perfectamente flexibles, en el largo plazo tengo la profunda convicción que los precios terminan siempre ajustándose (aunque lleve una década)"
Confrontado con la rotunda afirmación, no puedo evitar observar ciertos signos de rebeldía en el keynesiano reconstituido con el que convivo. Aceptando, como toda la corriente principal, la importancia de los factores de oferta, y en concreto de la productividad en el largo plazo, y no negando el progresivo ajuste de precios, me parece importante además pensar en el modo en el que las cicatrices de las malas decisiones del corto condicionan el devenir futuro de las economías modernas. Los fallos de demanda efectiva de Leijonhufvud y Clower y otros elementos relevantes, como los arreglos institucionales del momento (reglas del juego), resaltados por Acemoglu y Robinson, dejan sin duda impresas sus huellas , y a modo de hojas de Morgul, las heridas abiertas quizá nunca lleguen a cicatrizar del todo. Del mismo modo que creo evidente que la resaca de los inciertos 70 nos dejó con unas tasas de paro a todas luces difícilmente aceptables, considero además que podemos llevar el argumento más allá y hablar de manera más general de la conocida diferencia entre táctica y estrategia, y de su interacción simbiótica lo largo del tiempo, que explica en última instancia los resultados tanto de los juegos como de las guerras. Sin duda, el éxito del plan a largo plazo (estrategia) se ve condicionado por la habilidad para maniobrar en distancias temporales cortas (táctica) y las circunstancias imponderables que existen en un tiempo relativamente inmediato. Lo mismo que, como bien comprobó Napoleón, la táctica es inútil sin un buen y definido plan general, todo el edificio construido sobre la base de la productividad y el crecimiento tecnológico que es la teoría del crecimiento futuro se derrumba sin un buen tratamiento de las crisis del corto plazo. 

Se me ocurre que por ello, parafraseando a Skidelsky, el maestro está de vuelta. Y no sólo me refiero a mi admirado Keynes y su visión impresionista de un sector público activo que garantice la prosperidad y el camino correcto. Sino a otro mago, ajedrecista y nacido en Riga. Conocí por primera vez a Miguel (sintomática castellanización de nombre que en sí misma constituye una curiosa muestra de histéresis lingüistica heredada de tiempos más oscuros) en una de las viejas revistas de mi padre, cuando daba sus últimos coletazos a un todavía respetable nivel competitivo. En efecto, el juego del Gran Maestro Mikhail Tahl siempre tuvo presente las circunstancias y peculiaridades del corto plazo, y la importancia decisiva del mismo sobre la victoria final de la partida. Tahl enredaba al rival en inesperadas variantes y sacrificios, moviéndose como pez en el agua bajo presión, mientras su rival no encontraba la salida y terminaba frustrado y con un cero en el casillero del torneo de turno. Dado mi gusto por la crónica en rosa, no puedo dejar de citar el curioso pensamiento que según sus propias declaraciones le asaltó en cierta partida (transcripción obtenida de esta bonita página):
"Nunca olvidaré, por citar un ejemplo, mi encuentro con el maestro Eugenio Vasiukov (Kiev, 1964), durante uno de los campeonatos de la URSS. La posición en el tablero era muy compleja y pensaba sacrificar un caballo. No era una variante muy clara, puesto que existían muchas posibilidades. Comencé a calcular y me horrorizó la idea de que el sacrificio fuera falso. Las ideas se me amontonaban en la cabeza: una respuesta correcta del contrario en determinada situación la traspasaba a otra variante y allí, naturalmente, aquel movimiento era inoportuno por completo. Lo concreto es que en mi mente se formaba un montón caótico de movimientos, a veces incluso sin ninguna relación entre sí. No sé por qué, pero en aquel instante recordé la célebre poesía infantil de Korney Chukovski:¡Oh, qué difícil debe ser el trabajo de sacar a un hipopótamo del pantano!"

Recuerdo que en mi cabeza se amontonaban cabrestantes, palancas, helicópteros e incluso, una escalera de cuerda. Después de numerosos intentos no encontré ningún método aceptable para sacarle del pantano, y pensé con amargura: "¡Pues que se ahogue!" Y así el hipopótamo desapareció del tablero y me encontré con que la posición era más clara de lo que creía y, por supuesto, sacrifiqué el caballo.

Al día siguiente en la prensa se escribió: "Mikhail Tahl, después de analizar durante más de 50 minutos la posición sacrificó acertadamente una pieza...".
El mismo Bobby Fischer, después de perder cuatro partidas consecutivas en un torneo de candidatos expresó la idea perfectamente 
"Cuatro veces tuve posición ganadora....¡y las cuatro acabé perdiendo!"
Lo más curioso es que el análisis posterior de las partidas aumentaba el regusto amargo de la derrota, al revelar en muchos casos que, encerrados en el particular laberinto de Tal, los rivales ignoraban sistemáticamente respuestas que se revelaban adecuadas una vez pasado el trago. El componente psicológico del juego, dominado perfectamente por el acostumbrado Mijaíl, jugaba con frecuencia a su favor, y hacía que sus rivales escogieran una y otra vez opciones inferiores de movimiento de las piezas.

Si el campeón del mundo de ajedrez del bisiesto año de 1960 (pleno auge del keynesianismo práctico, por cierto) estuviera por aquí, seguro que me recordaría con voz aguardentosa, que la demanda (y en el lenguaje de los escaques, el corto plazo y la táctica) importan (y mucho). Porque la fuerza del consumo, la inversión y el sector exterior, pilares del gasto agregado, son indisolubles de la estabilidad necesaria para sostener un incremento de la productividad en el largo, que garantice un mayor nivel de consumo por trabajador a la manera de Solow. El sostenimiento de la demanda, en este sentido, consigue la permanencia en ese pasillo neoclásico del que ya hablé en anteriores entradas, y que es la base de mi idea general sobre el funcionamiento dinámico de la economía. Dentro de la senda de baldosas amarillas, la coordinación del sistema funciona, y en última instancia, retiene la manaza de Smith. Evitando un mate pastor prematuro, que dé al traste con la armonía futura que la seducción de la economía neoclásica promete. Y, por cierto, aprovecharía para reivindicar (y yo con él) la conveniencia de incluir el ajedrez en los planes educativos. Los resultados parecen prometedores, cuando menos.





No hay comentarios:

Publicar un comentario